miércoles, 6 de julio de 2016

Las pantallas

Y mis ojos se abren y visualizan un mono que enseña el sol,
A través de una canción que diariamente se repite
Mientras diversas formas y colores van y vienen por la pantalla.
Mis pupilas se iluminan, pican, son frotados los pequeños párpados con deditos que podrían estar descubriendo el mundo.
Un desayuno solitario me invita a realizar ese breve trámite hacia el paso siguiente, mientras una nueva canción con nuevos colores y formas aparece en la TV. Y sino, está el teléfono de mamá, la tablet de papá o de quién me cuida. Y sino está mi llanto desesperado por saciar mi ansiedad, mi ansiedad de llenar mis ojitos con colores y canciones de monitos que enseñen el sol.
Y después viene la guardería en donde junto a mis amiguitos intentamos jugar. Necesito que me digan qué botón apretar, muñeco malo que no se mueve solo y no me dice qué hacer. Maderitas malas que no son como el monito que me enseña el sol. Mi seño me anima a animarme a otra cosa y no me animo, monito del sol malo que no aparece ahora acá. Lloro y grito y no me entienden.
Y después la merienda que a veces como en casa, con el mono que sonriente me enseña el sol otra vez, en su canción y sus colores y sus formas en la pantalla.
Y después la cena, con algún otro señorito que se dispone a cantar y bailar.
Y me duermo soñando con un mundo distinto, con aquello que mis ojos y manitas quisieran poder descubrir, soy mi propio monito que enseña el sol, pero también la luna y la nube, también el pasto y el agua. Las pantallas me esposaron para quedarme en la silla apreciándolas desde acá.

martes, 22 de abril de 2014

La ¿meta? de la posmodernidad.

En la actualidad, en este contexto sociohistórico, ecónomico, político, cultural... nos encontramos inmersos en un mundo de interrogantes no interrogados.
Interrogantes no interrogados, obligados a callar, a silenciar, a llenar. Llenar con vacío representado por objetos que son nada. Pero la nada como tal, hace efecto.
¿Qué es un objeto sino aquel lugar donde nos posicionamos cómodamente a merced de un Otro que nos reclama y nos exige qué hacer para complacerlo? ¿Cómo hacer si hoy no se nos permite interrogarnos por ese lugar, reclamando ser sujeto, reclamando la construcción sintomática que derive en una elección propia?

Al menos, épocas anteriores generaban un interrogante a ser respondido. La neurosis explicitada generaba un lugar de demanda a un Otro que luego nos enterábamos que no existía, sino que eran las propias exigencias de posicionarnos en la cómoda queja y en no transformar la vida. Al darnos cuenta de esto, pensábamos más claramente en un futuro, en un "quisiera ser", porque "lo que estoy siendo no me convence". No se "era", se "estaba siendo", se concebía esa situación presentista que podía modificarse después, para ser alguien en un momento determinado haciendo determinadas cosas que nos generaban placer y gusto.

Hoy se debe ¿ser? todo el tiempo, ser objeto, objeto llenado por objetos, una simple partícula del mercado obligada a consumir para poder sentir un ínfimo "pertenecés a...". 
No hay meta. Hay estancamiento. Estancamiento en una queja infinita que no puede dejar de ser fomentada por ese gran Otro que es el mercado, que no puede dejar de ser fuente y motivo de nuevas adquisiciones que nunca llenarán eso que se supone que debería llenarse. Ese auto, ese celular, que mañana son viejos y mañana se convierte en un "hoy" que pasa rápido y en esa rapidez se exigen miles de cosas inmediatas. Y las horas no alcanzan y la desesperación se apodera de cada situación.

La palabra no tiene lugar, la medicina se encarga de tapar cada conducta sintomática sin preguntarnos "qué quiero decir" con ese síntoma. No hay sujeto atrás de ese síntoma. Hay un objeto que falla y debe ser reparado para seguir funcionando en esta gran máquina.

Exigencias presentistas que no conciben una posibilidad futura. ¿Metas? que no tienen lugar ni razón de ser. La imagen también implica un "stop", detenernos en la eterna juventud, ocultar arrugas, en otras épocas sinónimos de sabiduría, que la inmediatez y la vorágine exigen borrar, y se borran, con cirugías que nunca colmarán la ¿meta? de la posmodernidad para los sujetos(objetos) que subsisten en ella.

Volvamos a la reflexión, el "stop" es necesario. El parate, no es tiempo perdido. El ocio, no es tiempo perdido. Vivir a este ritmo, es perder el tiempo.

Victoria R.

viernes, 14 de marzo de 2014

Infancia, posmodernidad e intentos fallidos de cubrir faltas

Entre los dos y los siete años de edad aproximadamente, se desarrolla lo que Jerome Bruner denominó "pensamiento narrativo".

El pensamiento narrativo, es una modalidad de pensamiento además de la lógico-científica (que se ocupa de lo concreto, cálculos exactos que debemos resolver en la vida). La modalidad narrativa entonces, es aquella que se ocupa de lo abstracto, que contiene lo imaginativo, lo espontáneo, en donde lo universal se vuelve particular y el niño logra ubicar su plus individual a una actividad general. Así, poco a poco y gracias a esta modalidad narrativa, se adquiere una identidad dentro de la cultura, gracias a haberse generado un pensamiento crítico de lo que la sociedad nos ofrece naturalizado.

Puede decirse que, por las características impresas por la posmodernidad (a nivel ideológico principalmente), el desarrollo del pensamiento narrativo se encuentra en crisis, dando lugar a un pensamiento obliterado, un pensamiento que no tiene posibilidad de ser explorado en su correcta magnitud. El niño no tiene las mismas posibilidades de imaginar, crear, idear, que en otras épocas.

Surgen muchas respuestas al "¿Por qué?", que pueden relacionarse entre sí.
A nivel tecnológico, los niños reciben desde muy pequeños muchísima estimulación en este sentido. La televisión suele reemplazar en muchos casos el contacto con otros niños u otras personas significativas. La computadora otorga una gran cantidad de juegos con instrucciones previas de cómo jugarlos sin posibilidad de que el niño invente algo nuevo con todo ello. A su vez, estos juegos electrónicos (sumando consolas de videojuegos para televisores o portátiles, o bien los juegos de los celulares), terminan reemplazando juegos en donde el niño recree con su cuerpo y explore sus posibilidades físicas. Finalmente, los juguetes materiales contienen botones u otros accesorios, proponiendo el juego que el niño DEBE realizar, sin que éste pueda usarlos de una manera diferente. Pocos niños son los que utilizan rastis, maderitas, plastilinas, dibujos, u otros objetos que permitan el desarrollo de la creatividad, espontaneidad.

A nivel económico, generalmente ambos padres trabajan, por lo que no le otorgan al niño el tiempo necesario para jugar con ellos, cumpliendo con la función de mediadores entre el niño y la realidad sociocultural, histórica, económica, etc. Esta falta de tiempo entre niños-padres, genera una culpa en estos últimos, en donde se observa que, mayormente, ante la demanda del niño de afecto (que es exteriorizada en berrinches generalmente, por la transmisión de una baja tolerancia de frustración) se la intenta calmar con objetos (por lo que el niño se llena de "juguetes" que no tienen ningún significado emocional).
La inteligencia emocional permite el desarrollo de otras inteligencias, y es esta época la que mayormente imprime una falencia en esta temática.
Además, los padres terminan delegando su responsabilidad a otros: guarderías desde muy pequeños, abuelos, tíos, niñeras, etc. Determinando que sean éstos quienes le proporcionen al niño la socialización primaria, que consiste en una presentación del mundo, conteniendo frustraciones, enseñando a manejar situaciones, cuestiones propias de la educación que debe recibirse en el hogar, a cargo de sus progenitores.

A nivel emocional, todo lo anterior repercute en el escaso manejo de la tolerancia a la frustración, lo que conlleva agresividad, a la vez que inhibición en la búsqueda de identidad a través de la formación de un pensamiento crítico que se iría construyendo en estos primeros años de vida.
Todo niño imita las conductas al comienzo de su desarrollo. Imita conductas que ve de sus padres, imita conductas de sus hermanos, etc. El juego simbólico consiste en reproducir rutinas diarias de lo que ellos perciben que sucede siendo padre, hijo, hermano, maestro, doctor, etc. Si al niño le otorgamos para que imite: un adulto pegado a la tecnología, falta de tiempo para jugar juntos, la televisión misma (de hecho muchos niños argentinos "hablan" neutro, como los dibujos animados), no debemos pretender un niño crítico, un niño feliz, un niño capaz de afrontar dificultades sin frustrarse exageradamente...

Lo esencial para todo niño, en su desarrollo en general, y en el desarrollo del pensamiento narrativo en particular, es la compañía correcta, expresada no en cantidad de tiempo compartido, sino en la calidad del mismo. Veinte minutos diarios de juegos recreativos entre padres y niños, con la presentación de objetos sin instrucciones que permitan la creatividad y espontaneidad de los pequeños, exhibirá un gran cambio en esta temática.
Todo niño necesita compartir tiempo, afecto, amor, sin que esto sea reemplazado por nuevos objetos, ropa, accesorios, juguetes, computadoras, celulares. 
Un niño en el mundo debe ser bienvenido, debe ser acompañado para crear en él un sujeto crítico y no pasivo de la realidad que vive. Un sujeto capaz de afrontar dificultades, creando, imaginando, SIENDO en una realidad dada.
La realidad actual no debe ser vedada, existe, la tecnología nos acompaña. La diferencia está en la calidad del uso de la misma, en un uso crítico y consciente, y en la transmisión de esto hacia los más pequeños, que necesitan del constante incentivo para dejar de naturalizar algo que CREAMOS como sociedad, y por ende, puede modificarse.